La iglesia evangélica de la República Dominicano vive un momento estelar. Por años habíamos orado para que el Señor Jesucristo y su iglesia tuvieran un lugar de preeminencia en nuestra nación. Estamos hablando de una apertura para penetrar con el evangelio todas las esferas de nuestra sociedad.
Hoy podemos celebrar y proclamar jubiloso que, como iglesia, tenemos un espacio privilegiado en la República Dominicana, lo que debe impulsamos a caminar hacia un discernimiento teológico, hacia una reflexión que nos permita cumplir nuestra misión con mayor pertinencia en medio de los desafíos que nos plantea esta sociedad.
Los pensadores de la fe nos han enseñado que les servimos a un Dios que no solo se nos ha revelado en su Palabra, sino que también se revela en el acontecer histórico de los pueblos. Ellos nos han dicho que a Dios no solo tenemos que entenderlo teológicamente, sino también históricamente. Es importante que entendamos que vivimos el Kairos de Dios para la República Dominicana, que no es otra cosa que una intervención especial del Señor en el tiempo, en la historia, para manifestar su gloria y poder a todo un pueblo.
Dios se mueve en la historia, más allá de nuestros presupuestos religiosos, y cumple sus propósitos a través de su iglesia, que es la transformación de las naciones, la salvación y la vida plena para todos, manifestando su Reino a través de valores como la paz, la salud, el bienestar social y la justicia.
Nuestra Nación
En un estudio preliminar sobre el crecimiento de las iglesias en la República, titulado: “Nueva Esperanza para Santo Domingo”, publicado por la Universidad CETEC en 1981 y presentado como tesis ante la Facultad de la Escuela de Misiones Mundiales del Seminario Teológico Fuller, su autor, el misionólogo Darío Plat, nos plantea que a través de las aperturas democráticas y las condiciones políticas propicias, la iglesia ha tenido grandes oportunidades para penetrar y consolidar los valores cristianos en el corazón y la cultura dominicana.
Este autor sostiene que la historia dominicana, en relación a su proceso histórico de evangelización, se divide en cuatro periodos: (1550-1844) Período anterior a la independencia; (1844-1916) Los esfuerzos misioneros; (1916-1930) ocupación norteamericana; (1930-1974) De Trujillo hasta el momento de edición del libro (1981).
En cada periodo el autor intenta identificar, a través del trabajo y desarrollo de las iglesias, la oportunidad que los dominicanos creyentes hemos tenido para evangelizar nuestra nación; sin embargo, él señala obstáculos externos y también internos, propio de nuestras iglesias, que no han facilitado este objetivo. Podemos asegurar, si seguimos la tesis de Plat, que estamos en un quinto período que le da continuación al iniciado en 1930 con la llegada de muchas de las misiones que hoy son denominaciones establecidas entre nosotros.
Se trata de una quinta etapa, muy auspiciosa por cierto, y que la iglesia, colocada en un lugar de preeminencia como nunca antes, tiene que vivir y aprovechar por ser un momento de gran apertura, aceptación y solicitud ostensible de su trabajo de parte de todos los sectores la nación.
Este es el tiempo para que cada pastor, cada líder y cada creyente se ubique en la línea para discernir el Kairos de Dios para la República Dominicana y caminar a tono con su propósito para nuestra nación. El Señor se está moviendo en este tiempo en dirección de transformar esta nación, a nosotros nos toca discernir en oración y a la luz de su Palabra este proceso para seguirle con fidelidad y sin condición. Él es soberano y la historia de los pueblos está bajo su dominio.
Fuente: (13) Tomás Gómez Bueno | Facebook