Samaná, el lujurioso Caribe que tienes que conocer

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Samaná, el lujurioso Caribe que tienes que conocer antes de que sea demasiado tarde. Paradisíaca, vegetal y llena de contrastes, esta península que conquistó a Cristóbal Colón, y viceversa, atesora todo un caudal de maravillas naturales y un sinfín de playas salvajes. Más que suficiente para sacar al viajero del resort.

Llegó sin avisar, así que a Cristóbal Colón le recibieron los indios ciguayos a flechazo limpio. Fue una mañana de enero de 1493 en la bahía de Samaná, ese pedazo de paraíso de 60 por 20 kilómetros de largo al norte de la República Dominicana más auténtica, más salvaje, más como entonces era.

Hoy Santa Bárbara de Samaná, la capital de la provincia, recibe al visitante a ritmo de bachata, día y noche, con cálidas sonrisas (nada de saetas) y con el ambiente que dan los colmados en la calle, los bares del malecón y los tenderos del mercado local, por la mañana abarrotado de frutas tropicales y de pescado. “¿Qué eh lo que?“, se escucha a los chavales preguntar sin bajarse de las motos: “Todo frío“, responden, es decir, todo cool, todo bien.

Sí, Samaná es un microcosmos de playas vírgenes, cayos de postal y una ingente cantidad de cocoteros, pero es además un Caribe real, diferente a Punta Cana y otros, sobre todo porque es palpable que estaba llena de vida antes de que llegara la era de la pulserita y el todo incluido.

Hay varias razones para subirse a un barco en Samaná. Entre enero y marzo, es sin duda para ir al santuario de ballenas jorobadas. Todos los años, la bahía atrae a la mayor concentración de estos gigantes marinos del Atlántico Norte que bajan para aparearse o dar a luz, con más de 3.000 ballenas avistadas cada temporada.

Caribe

Otra razón puede ser la de retozar en la hamaca en Cayo Levantado, un islote tropical de arena dorada donde hay un hotel de la cadena española Bahía Príncipe. La tercera e imprescindible es visitar el Parque Nacional Los Haitises, la joya de la corona de la naturaleza dominicana. Para ello se necesitan al menos tres horas de navegación, en las que no falta ni el agua ni la Coca-Cola, con o sin ron.

Samaná, el lujurioso Caribe que tienes que conocer
Playa el Rincon

Como en la bahía de Halong en Vietnam, el paisaje marino lo dibujan impresionantes mogotes de roca caliza donde ha crecido la vegetación y donde viven miles de pájaros. “Todas las plantas son plantadas acá por las aves. La naturaleza es perfecta”, cuenta Luis, guía samanense, frente a la llamada isla de los Pelícanos, con decenas de fragatas al vuelo.

En total, los Haitises abarcan un área de 1.600 kilómetros cuadrados salpicados de islotes, cavernas decoradas con petroglifos y los bosques de manglares más extensos de todo el Caribe. Un edén insuperable lleno de aves, delfines y manatíes donde más de uno reconocerá como plató de reality de televisión. Así es. Aquí se grabó Supervivientes y La Isla de los famosos, tal y como recuerda el guía con lujo de detalles: «”Yo conocí a Paula Vázquez”, presume.

De vuelta en tierra firme, la camioneta se mueve casi como el barco. Es la gracia de las carreteras de Samaná, que obligan al viajero a ir despacio, disfrutando, para no acabar con los morros contra uno de sus siete millones de cocoteros. Pero claro, estos caminos son la resistencia frente al turismo masivo. De camino a cualquier parte, la vegetación es una selva impenetrable: un mural verde moteado de vez en cuando por un flamboyán de vistosas flores rojas.

Eso sí, si nos fijamos en el follaje empezamos a reconocer distintos tipos de banana, piña, vainilla, canela, aguacate, guayaba, caña de azúcar, café y enormes mazorcas de cacao. Una forma muy divertida de adentrarse en esta exuberante jungla es sobrevolándola en tirolina. La empresa de aventura Runners Adventures organiza este tipo de excursiones en los que recorres de zipline en zipline (hasta diez) un pequeño pero excitante cachito de selva.

Samaná, el lujurioso Caribe que tienes que conocer
Los haitices

PLACERES TERRENALES

Hay mucho que ver y sentir en el norte de la península. Esas playas vírgenes de no creer están ahí esperando al final de caminos tortuosos. Muy popular, sobre todo entre los franceses, son Las Terrenas, un pequeño paraíso terrenal donde se han levantado pequeños hoteles, restaurantes y tiendecitas de artesanía y souvenirs, ideales para curiosear al final de la tarde. Cuenta con un largo y animado paseo junto a la playa desde el que observar a los aficionados al kitesurf y sus espectaculares piruetas en el aire. Ya en las últimas horas del día, la ciudad se anima rápidamente en el Pueblo de los Pescadores, la zona de bares. Huele a marisco en salsa de coco. Suena la música en todas partes. Corren las Presidente, la birra local… La noche no ha hecho más que empezar.

Mucho más tranquilo y , desde luego, indómito es El Valle, un enclave fuera de ruta que concentra todos los fuertes tropicales de la península. A la izquierda de esta playa, agreste y divina, la desembocadura del río se convierte en una piscina natural pegada a unos peñascos que le dan sombra. Un modesto restaurante ofrece según lo que haya cada día pollo y pescado. De hecho, muchas de las barcas de los pescadores descansan sobre la arena blanca que abraza un mar azul verdoso. Solo hay que tener cuidado al caminar de no pisar las zonas de anidación de tortugas marinas.

Samaná, el lujurioso Caribe que tienes que conocer
Murales Las Terrenas

De aquí al extremo de la península no parece haber mucha distancia, pero no hay más remedio que volver al sur para seguir al norte. No importa. En 40 minutos (“40 minutos dominicanos”, que dirá el conductor) se llega igual al pueblo de Las Galeras, refugio de los que aborrecen las prisas de la modernidad y saben vivir bien.

PLAYAS DE ESCÁNDALO

La carretera no termina, sino que choca abruptamente en La Playita, un arenal perfecto en forma de media luna y con un restaurante donde tomar pescado fresco frente al mar… No se puede mejorar.

O quizá sí. Porque en el ránking de las mejores playas del mundo aparece siempre playa Rincón, a solo cinco kilómetros de la anterior. Y es, de verdad, despampanante: un larguísimo arenal de aguas turquesas rodeado de esa prodigiosa espesura que envuelve todo Samaná. En definitiva, es la viva imagen del paraíso. ¿Más? Sí, apunten Caño Frío. Es el nombre del río que se une al mar en uno de los extremos de la playa. Siempre hay bañistas locales. Si le preguntan ¿Qué eh lo qué? Ya sabe la respuesta: Todo frío.

Mercado de Samana
Mercado de Samana

GUÍA PRÁCTICA

Llegar. El turoperador Soltour (www.soltour.es) ofrece durante todo el verano paquetes con vuelos directos operados por Plus Ultra al aeropuerto de Samaná-El Catey.

Dormir. Bahía Príncipe Luxury Samaná (www.bahia-principe.com). Un ‘todo incluido’ solo para adultos con playa de cocoteros frente a la popular isla de Cayo Levantado.

Comer. Restaurante Tierra y mar: pescados, mariscos y arroces en el centro de Santa Bárbara de Samaná, ideal para probar los sabores auténticamente locales.

fuente : MARTA GONZÁLEZ-HONTORIA | R. DOMINICANA

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